PARTIDO POLÍTICO

Es evidente que el partido político es un componente central de los sistemas políticos contemporáneos, pero su existencia es muy antigua. No es sólo un componente de los sistemas políticos actuales. Se podría decir que los partidos políticos existen desde las primeras edades en que los grupos humanos se reunieron en torno a ideas, valores, líderes que expresaran un conjunto más o menos uniforme de visiones sobre cómo la sociedad debía pensarse y organizarse.

El partido político es entonces una agrupación que reúne gente en torno a ideales comunes, compartidos, sobre lo que la sociedad, el país y el mundo deben ser.
A diferencia de otras asociaciones culturales, deportivas o económicas que se preocupan por objetivos específicos, el partido político tiene un proyecto más global, de alcance nacional. Hay algunos partidos políticos que tienen proyectos que van más allá de las fronteras de un país y se coordinan a niveles continentales e incluso mundiales. Pero el horizonte principal del partido político es el Estado-nación y su objetivo primordial es el de controlar el poder del Estado en un país dado.

Muchos partidos políticos se basan en doctrinas filosóficas o religiosas. Algunos presentan claramente esta adhesión en sus nombres, como los partidos demócratacristianos, los partidos judíos, los partidos hindúes, algunos partidos musulmanes como el Hezbollah (que se denomina el partido de dios, ni más ni menos), etc. Otros indican una adhesión ideológica, como los partidos comunistas o liberales y se dividen en partidos de izquierda y partidos de derecha. La mayoría de los partidos se afirman como los representantes del pueblo y el calificativo de “popular” o de “movimiento popular” aparece en numerosas agrupaciones.

La existencia de los partidos políticos es indispensable en los regímenes democráticos puesto que permiten la participación de amplias mayorías, especialmente durante  las elecciones. De esta manera los votantes no son diferenciados por sectores, ya sean socioprofesionales, regionales, étnicos, de sexo, de religión, etc.  Sin embargo, la disputa por ganar las elecciones genera divisiones profundas entre los votantes, que a su vez provocan resentimientos que fragmentan la sociedad. En algunos países, las diferencias y divergencias entre los partidos políticos no son sólo relativas a las ideas.

Aunque los partidos políticos pueden tener un discurso global que abarca el conjunto de las temáticas económicas, sociales, ecológicas, etc., en un país dado, existen partidos regionales, sectoriales o étnicos que reivindican su inserción en un sector social o geográfico determinado, especifico.

Si bien es cierto que los partidos políticos en los regímenes democráticos -a pesar de las divisiones que provocan- son la expresión de la diversidad, el partido político es también un instrumento central del poder en regímenes autoritarios. En estos casos se trata de un partido único que no permite elecciones. Las disputas que pudiesen existir se dan al interior de ese único partido.

Tanto en los regímenes democráticos como en los autoritarios, la colusión de los partidos con los detentores del poder económico u otros grupos de influencia, ya sea en los medios de comunicación, en las instituciones religiosas, en las fuerzas armadas o en grupos del crimen organizado, acentúan la tensión entre los partidos y los alejan de los ideales que proponen. Además, los juegos de influencia dentro de los partidos mismos los alejan también de los principios democráticos o de tolerancia que dicen defender. A fin de cuentas, la distancia entre los valores que dicen defender y las prácticas sectarias y burocráticas termina siendo abismal. Es por ello que en la actualidad los partidos políticos se han desprestigiado notoriamente. En muchos países, ser dirigente de un partido político es sinónimo de ser un personaje corrupto, sectario o, en el mejor de los casos, oportunista. Este desprestigio de los partidos políticos se ha manifestado claramente en algunas consignas: en Argentina, por ejemplo, “que se vayan todos”, o en Chile “el pueblo sin partidos jamás será vencido” (parafraseando la histórica consigna de “el pueblo unido jamás será vencido”).

El problema es que los partidos políticos siguen siendo irremplazables y aquéllos que han pretendido suprimirlos terminaron imponiendo regímenes autoritarios y de partido único.  Por otra parte, en las ocasiones en que los movimientos sociales han provocado cambios de regímenes políticos pero al mismo tiempo han rechazado a los partidos políticos, se provocaron vacíos que fueron llenados rápidamente por otras instituciones, ya sean militares o religiosas, o finalmente por aquellos partidos políticos que supieron mantenerse organizados

Es por ello que la renovación de los partidos políticos o la invención de nuevas formas de organización política de las personas y de los ciudadanos -no sólo a escala de un país sino del mundo entero- constituye uno de los mayores desafíos políticos e históricos del siglo XXI.