TIERRAS DISPONIBLES

La población mundial está en aumento constante. Se calcula que para el año 2050 seremos 9.000 millones de seres humanos en el planeta, cuando éramos solamente 2.500 millones un siglo antes. La tierra, en cambio, no es extensible. El espacio disponible es por lo tanto el mismo, mientras que la población crece. Una población en aumento se acompaña inevitablemente de mayores necesidades por satisfacer: necesidades de alimento, de agua, de energía por ejemplo. Para satisfacer esas necesidades se requiere de espacio. Las tierras explotables son entonces cada vez más codiciadas. La gestión de la tierra debe ocupar por tanto un lugar central dentro de las preocupaciones de una nueva gobernanza mundial, pues los desafíos que se plantean al respecto son muchos.
La tierra, un bien codiciado
Las tierras disponibles son cada vez más codiciadas pues las necesidades van aumentando. Por ejemplo, se calcula que le demanda global de alimentos aumentaría en un 70% de aquí al año 2050, lo que requiere la explotación de muchas tierras arables suplementarias. Además, la actividad industrial a nivel mundial se va desarrollando y también precisa grandes superficies para la explotación de recursos naturales o para la producción de energía por ejemplo. A este desafío demográfico se suma el del cambio climático, que tiene por consecuencia un aumento de la desertificación, en parte debida a los cambios en los regímenes de precipitaciones. Además, para limitar la concentración de gases con efecto invernadero en la atmósfera se están desarrollando algunas alternativas, pero que requieren espacio y contribuyen a acentuar los conflictos relacionados con el uso de la tierra. Se trata por ejemplo de los biocarburantes, pero también de la producción de energía a partir de fuentes renovables.
Conflictos vinculados con el uso de la tierra
Un campo de generadores eólicos o de paneles solares ocupa espacio, pero lo que plantea mayores problemas es sobre todo el desarrollo de grandes proyectos hidráulicos. Las represas crean conflictos en términos de gestión del recurso agua, especialmente en la relación río arriba/río abajo, pero también son responsables de muchos desplazamientos de población. Este tipo de conflictos aparece en todas partes del mundo donde se planifican grandes proyectos de construcción de represas, por ejemplo en Brasil con la construcción de Belo Monte, o en China con la represa de las Tres Gargantas, que provocó el desplazamiento de casi dos millones de personas.
Además, el uso de la tierra a menudo se hace en competencia con el uso alimentario. El valle del Omo, en Etiopía, por ejemplo, reúne esas dos características: 250.000 personas deberán ser desplazadas por la construcción de una represa y 245.000 hectáreas de tierras fértiles serán explotadas por empresas de Malasia, de Italia y de Corea para el cultivo de caña de azúcar en detrimento de la agricultura alimentaria local. Otro ejemplo de competencia con el uso alimentario es el de los biocarburantes, que contribuyó significativamente con el aumento del precio de los cereales y de los aceites vegetales y ocupan una cantidad importante de tierras. Así pues, sobre la totalidad de las transacciones de tierras agrícolas sobre las que el Cirad (Centro de investigación francés sobre la agricultura y el desarrollo) pudo tener detalles, tres cuartos se realizaron con miras a una producción de biocarbutantes.
Acaparamiento de tierras
Otro factor de conflicto en torno a la tierra es el fenómeno del “acaparamiento de tierras”. Se trata de transacciones realizadas en tierras mayoritariamente ubicadas en países en desarrollo y cuyos compradores son a menudo extranjeros y originarios de países más desarrollados. Este fenómeno, aunque antiguo, se ha acelerado recientemente, puesto que según un informe del Banco Mundial, antes de 2008 no se vendían más de cuatro millones de hectáreas por año en el mundo y, cuatro años más tarde, esa cifra pasó a cuarenta y cinco millones de hectáreas anuales. Así pues, un informe del Cirad, de la International Land Coalition y del International Institute for Environment and Development da cuentas, para el período 2000-2010, de 203 millones de hectáreas de transacciones aceptadas o en curso de transacción. África es el destino predilecto, con un 66% de las tierras en cuestión, seguida por Asia. Un proyecto internacional, llamado Land Matrix, reúne a cinco colaboradores y realiza una cartografía de las transacciones de tierras y de quienes son sus compradores en un sitio internet.
Este fenómeno es llamado “acaparamiento” de tierras pues muy pocas veces se hace en beneficio de las poblaciones de los países en desarrollo involucrados. En algunos casos, las poblaciones locales son expulsadas de las tierras que ocupan desde hace muchas generaciones. Pero incluso sin ir tan lejos, las poblaciones rurales se ven a menudo privadas de recursos de los que dependen sus medios de subsistencia como el agua, las pasturas y los bosques, tradicionalmente administrados por el derecho consuetudinario y considerados como bienes comunes. Por otra parte, este acaparamiento de tierras conlleva un cambio de uso de las tierras a gran escala y tiene a menudo como consecuencia la destrucción de algunos ecosistemas y, por ende, de los servicios que esos ecosistemas y la biodiversidad brindaban.
Hacia una mejor gobernanza de las tierras
Una de las principales dificultades para una buena gobernanza de las tierras radica en la falta de estatuto jurídico de propiedad de las tierras. A menudo los catastros son inexistentes y los derechos de propiedad sólo son consuetudinarios. En consecuencia, algunas comunidades son privadas de sus tierras sin poder oponerse ni ser indemnizadas por ello. Por otra parte, los gobiernos a menudo están más interesados por atraer inversores extranjeros, concediéndoles amplias exoneraciones fiscales por ejemplo, que por proteger a las poblaciones rurales más desfavorecidas. La pequeña agricultura también es apartada en beneficio de las grandes explotaciones comerciales.
Se trata pues de reforzar el derecho de las poblaciones rurales frente a las transacciones de tierras a gran escala, reconociendo jurídicamente sus derechos a la tierra, aun cuando éstos fueran consuetudinarios. Es necesario fortalecer la política de gestión de las tierras desarrollando, por ejemplo, instituciones a nivel local dedicadas a la gestión de las tierras y los recursos naturales. También sería necesario revalorizar el papel de la “pequeña agricultura” y repensar el monocultivo, que no favorece a las poblaciones locales. Se calcula, en efecto, que de los mil millones de personas que padecen hambre, dos tercios son campesinos.
También hace falta más transparencia en las transacciones, que a menudo se negocian de un modo opaco en los más altos niveles. Se calcula que el 39% de los acaparamientos de tierras son iniciativas de fondos de inversión. Según Grain, una ONG internacional, los fondos de pensión utilizarían de 5 a 15 billones de dólares para adquirir tierras agrícolas. De este modo, de los 298 casos estudiados de acaparamiento de tierras, las sociedades financieras y los fondos soberanos serían responsables de cerca de un tercio de los acuerdos. Es importante estructurar asimismo la capacidad de acción colectiva de las poblaciones locales, con el fin de que estén mejor informadas y tengan más recursos para defenderse frente a estos acaparamientos de tierras.