ALTERMUNDIALISMO

Los orígenes del altermundialismo se remontan a los años ’90 del siglo pasado. Algunos estiman que el levantamiento o la aparición sorprendente y sorpresiva del mexicano Ejército Zapatista de Liberación Nacional en enero de 1994 marca el punto de partida de esta corriente social, política e intelectual que ha tenido una importancia singular en los movimientos sociales y en las corrientes de pensamiento de estos últimos veinte años. Otros consideran que el movimiento altermundialista ya estaba presente en las luchas por el derrumbe del muro de Berlín en noviembre de 1989. Hay quienes van más lejos y afirman que este movimiento altermundialista ya se prefiguraba en las luchas de los movimientos antinucleares y pacifistas de los años ‘70, principalmente en Europa y EEUU. Cualesquiera que sean los orígenes puntuales de esta corriente, resulta más apropiado no alejarse demasiado en el tiempo y entenderla como una vertiente que se desarrolló principalmente a partir de la caída del Muro de Berlín y cuyo mayor protagonismo se fue dando durante los años ‘90 y los primeros años de este siglo XXI.

 

Al comienzo, el altermundialismo apareció más bien como un antimundialismo. Se trataba de movimientos e intelectuales que se oponían abiertamente a la mundialización capitalista, que durante la segunda mitad del siglo pasado iba haciéndose cada vez más presente como un movimiento histórico irrefrenable. Pero la idea del altermundialismo apareció cuando los mismos movimientos e intelectuales constataron que no se trataba de tomar actitudes y posiciones antimundialistas -puesto que la mundialización era un fenómeno histórico ya instalado en todo el planeta- sino de levantar propuestas y presentar alternativas frente a esa mundialización de tipo capitalista. Vale decir, que frente a la mundialización capitalista había que proponer otro tipo de mundialización, más justa, sustentable y solidaria, opuesta al modelo de mundialismo característico de los años ‘80 y ’90. En efecto, la mundialización capitalista que se venía imponiendo se hallaba bajo la hegemonía de las corrientes ideológicas del neoliberalismo y de lo que fue la experiencia histórica y política de los gobiernos de Margaret Tatcher en Inglaterra y de Ronald Reagan en EEUU durante los ‘80. Se trataba entonces de generar propuestas alternativas frente a esa mundialización capitalista, muchas veces llamada globalización dentro del ámbito anglosajón.

 

En ese sentido, la caída del muro de Berlín en noviembre de 1989 marcó una inflexión importante en las corrientes e intelectuales que se oponían y se oponen a esta globalización capitalista, ya que modificó el marco geopolítico y geoideológico a nivel mundial. El derrumbe de la URSS dejó por un momento desamparados a muchos grupos y partidos políticos, principalmente los Partidos Comunistas, muy activos en ese momento en América Latina, en Europa –sobre todo en Francia- y en África también. De un día para otro, estas agrupaciones y partidos perdieron el “hermano mayor”, el pilar histórico e ideológico que los sostenía. Poco antes de noviembre de 1989, el 4 de junio de ese mismo año, se había producido en China la matanza de Tiananmen y las corrientes maoístas que formaban parte de los movimientos sociales opositores a la globalización capitalista constataron, en aquel momento, que el régimen chino ya no tenía nada de socialista y estaba apareciendo claramente como un régimen capitalista autoritario y represor.

 

Por lo tanto, a comienzos de los ‘90 surgieron nuevas visiones, nuevas posiciones, nuevas banderas, que incluían elementos singulares y renovados. Entre ellos, por ejemplo, se valorizó mucho más el feminismo -que ya venía luchando y expresándose desde hacía muchos años-, las nuevas relaciones entre los hombres y las mujeres, pero también entre los seres humanos y la naturaleza, la búsqueda de una nueva visión que saliera de las prácticas sectarias y de los partidos políticos, la superación de las posiciones corporativistas de los sindicatos, etc. Al mismo tiempo, se apuntaba a establecer nuevas relaciones entre los movimientos y la sociedad a través de redes sociales. Internet estaba dando sus primeros pasos, pero durante los últimos años del siglo XX ya había comenzado a ser un instrumento de comunicación importante para muchas redes y grupos ciudadanos.

 

Podemos distinguir tres grandes etapas dentro del altermundialismo. La primera abarca los años ‘80, desde 1981-1982 hasta la caída del Muro de Berlín en 1989. En esa etapa las luchas se focalizaban contra el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) -principalmente en América del Sur, pero también en África- cuyas políticas de ajuste provocaban cesantías, restricción del gasto público y disminución de los salarios, tanto de los sectores públicos como privados. Fue una primera etapa en la que el altermundialismo se expresó esencialmente a través de movimientos de protesta.

 

Tras la caída del Muro de Berlín se abre una segunda etapa donde se empiezan a desarrollar alianzas y redes a través de ONGs internacionales como Greenpeace y otras, que convierten también a los problemas ecológicos y la búsqueda de una nueva relación de los seres humanos con la naturaleza en nuevos baluartes de la lucha. Podríamos afirmar que esa etapa se extendió de 1989 a 1999, momento de la Conferencia de la Organización Mundial del Comercio en Seattle (EEUU).

 

Con ocasión de ese evento en 1999 se produjeron grandes manifestaciones de las que participaron sindicatos, ONGs y grupos contrarios a las políticas de la OMC y de las demás organizaciones multilaterales, expresión institucional de la mundialización capitalista.

 

A partir del año 2000/2001 aparece una tercera etapa, que podemos llamar la de los Foros Sociales. En enero de 2001, primer mes del primer año del tercer milenio, en Porto Alegre, Brasil, organizaciones locales apoyadas por grupos latinoamericanos y también europeos -principalmente franceses, españoles e italianos- organizaron un primer Foro Social Mundial (FSM) que convocó a 10.000 participantes y generó, sorprendentemente, un espacio de reflexión, intercambio y reunión para muchos grupos, redes y organizaciones de nuevo tipo –entre ellas movimientos indígenas, movimientos de mujeres, ONGs internacionales, sindicatos que buscaban renovarse, partidos políticos de nuevas culturas, como el Partido de los Trabajadores de Brasil (PT) etc.-. Dicho espacio planteó explícitamente desde el comienzo, en la Declaración de Porto Alegre redactada por su Consejo Internacional en junio de 2001 y que fuera su plataforma teórica e ideológica, la necesidad de una búsqueda de alternativas al neoliberalismo. Los FSM fueron creciendo de 2001 a 2005 (2002 y 2003 en Porto Alegre, 2004 en Bombay (India), 2005 nuevamente en Porto Alegre) y se desarrollaron con una voluntad claramente alternativa a la globalización capitalista, ya que se hacían en el mismo momento en que se realizaba, anualmente, el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza. Así, el Foro Social Mundial constituyó, durante 5 años, un acontecimiento de alcance internacional donde una vez al año diferentes movimientos e intelectuales se reunían para intercambiar experiencias, organizar campañas, generar propuestas de acción, etc. De 2005 a 2010 los Foros Sociales siguieron realizándose: en 2006 hubo tres foros simultáneos –Caracas (América), Bamako (África) y Karachi (Asia)- y en 2007 nuevamente hubo un FMS en Nairobi. En 2008 no hubo Foro. En 2009 hubo nuevamente un Foro importante en Belem, en la amazonia brasilera, que fue relevante porque vinculó las cuestiones sociales y económicas con las cuestiones ecológicas. Más de 100.000 brasileros, junto con sudamericanos, europeos y norteamericanos y algunos asiáticos participaron en estos eventos. En 2010 no hubo Foro y en 2011 se realizó uno en Dakar (Senegal).

 

A esta altura, comenzando la segunda década, puede plantearse legítimamente el interrogante de si estos Foros Sociales han alcanzado el máximo de sus potencialidades y ya no expresan realmente una alternativa al capitalismo neoliberal, a pesar de que este último haya entrado en una crisis histórica y muy profunda a partir de septiembre de 2008. Los movimientos sociales, detrás de la bandera del altermundialismo, están demasiado fragmentados y no han logrado levantar realmente una alternativa frente al neoliberalismo, el cual sigue en crisis pero sin un opositor social, político e ideológico capaz de disputarle la hegemonía.

 

¿Tiene futuro el altermundialismo? Tal como está hasta el momento se podría decir que no, o en todo caso que ya ha cerrado un ciclo y habría que entrar en una cuarta etapa. Pero para ello tendrá que reinventarse y, entre otras cosas, superar los viejos atavismos del sectarismo político e ideológico que aún vulnera mucho las relaciones entre sus grupos, movimientos y actores intelectuales. Y, sobre todo, tendrá que reinventar no sólo la democracia, el mercado, el Estado, las propias características de la sociedad civil, sino también un nuevo modo de organización y de pensamiento a escala mundial. Todo eso aún está por verse.