GOBERNANZA DEL MEDIOAMBIENTE

Cada ser humano es una manifestación de vida y en su conjunto, la humanidad forma parte de la biosfera. Por ello, debe considerar sus leyes y no pretender alterarlas. La civilización contemporánea, mediante el increíble progreso de la ciencia y de la técnica, ha desarrollado un nivel de vida inimaginable para sus ancestros, pero para ello, durante los dos últimos siglos ha acaparado, consumido y saqueado los recursos y degradado el medio ambiente con la emisión de residuos, hasta límites insostenibles para el planeta. Movida por esta ciega expansión, la especie humana ha alterado la biosfera y vive de prestado con los recursos de las generaciones futuras, es decir que acapara los bienes que el planeta necesitará en el futuro para regenerarse de la depredación presente. Peor aún es el hecho de que todavía no es suficientemente consciente del carácter suicida de su conducta.

El paradigma que sostiene el modelo actual de desarrollo contiene una ética minimalista en torno a ciertos valores (igualdad, libertad, solidaridad, etc.) que sólo se aplican en el ámbito privilegiado de una comunidad particular de derechos, ya sea ésta un Estado-nación, una clase social, una religión, una familia, una red o grupo de interés o incluso un grupo aleatorio en un momento dado. Fuera de estos ámbitos queda el resto de la humanidad y de la naturaleza, corriéndose un velo de ignorancia sobre nuestras responsabilidades ciudadanas respecto a este mundo exterior a nuestra comunidad, el cual puede concernir los trabajadores sobreexplotados de Guangzhou, los bosques talados en la Amazonia, los refugiados de diversas guerras africanas, los refugiados climáticos de Bangladesh, las reservas de petróleo o los cementerios radioactivos.

Por ello, las desigualdades sociales y la destrucción del medioambiente forman parte de este modelo que debe superarse. La transformación debe implicar ampliar la comunidad al conjunto de la humanidad y de la naturaleza y, paralelamente reforzar y mejorar las relaciones que unen a sus miembros. Para ello hace falta cuestionar el nivel de vida de los países más industrializados, no para retroceder en los niveles de progreso alcanzados sino para mantenerlos, aumentando a la vez la eficiencia ecológica, es decir limitando radicalmente los efectos negativos sobre el medio ambiente. Sin esa transformación de las relaciones entre humanidad y biosfera, la “aldea global” del siglo XXI corre el riesgo de desaparecer como sucedió con la antigua civilización de la Isla de Pascua, incapaz de sobrevivir por la tala excesiva de sus bosques para transportar e instalar las estatuas moais y el agotamiento de otros recursos. En su lugar, los antiguos islandeses supieron gestionar adecuadamente la escasez de pastos y ganado en varios periodos críticos de su historia en los que afrontaron plagas y erupciones que diezmaron su población. ¿Será la humanidad capaz de aprender de los errores y aciertos de unos y otros?

 

Características de la crisis medioambiental

El crecimiento económico ilimitado es la causa fundamental de la crisis medioambiental. Los recursos energéticos y minerales a lo largo y ancho del globo son extraídos y explotados de manera creciente y los estudios científicos establecen que el pico productivo del petróleo, el gas, el uranio, el cobre, el carbón y otros minerales está a punto de ocurrir y que su extinción puede llegar al cabo de algunas décadas. Los procesos de extracción, tratamiento, producción y consumo repercuten a su vez en la producción de desechos que contribuyen decisivamente a la degradación medioambiental mediante la emisión de residuos sólidos, líquidos y gaseosos que se propagan en la biosfera.

Entre los fenómenos que caracterizan la crisis medioambiental planetaria actual se puede citar el cambio climático, la urbanización, la destrucción de la biodiversidad, la destrucción de la capa de ozono, el aumento del consumo de agua potable y el riesgo nuclear, entre otros. La degradación del medio ocurre por causa de la acidificación y los excedentes de nitrógeno y fósforo en los océanos, la difusión de productos químicos, la contaminación y alteración de los sistemas hidrológicos y el uso y degradación del suelo. Algunos de estos problemas han alcanzado el límite de la degradación irreversible, mientras que otros se encuentran en un punto crítico de amenaza a la vida humana.

 

Los problemas de la gobernanza medioambiental actual

Existen diferentes obstáculos para el desarrollo adecuado de una gobernanza medioambiental puesta al servicio de la humanidad y el planeta. En primer lugar falta una voluntad política para resolver los diversos conflictos ambientales y desplegar una agenda para la sustentabilidad. No existe una estructura de poder mundial legítima y el sistema multilateral actual es incapaz de imponerse a los intereses de los Estados-nación que bloquean sistemáticamente las cumbres mundiales, sin contar con el enorme poder de las grandes corporaciones que se benefician de este estado de cosas. En segundo lugar, la gobernanza mundial actual está dominada por las políticas comerciales neoliberales que han conducido a la crisis medioambiental. En este conflicto evidente entre regulaciones comerciales y ambientales, debería imponerse el criterio de las segundas y no al revés. Concretamente, las directrices de la OMC ignoran la dimensión ecológica del desarrollo y entorpecen la implementación de los Acuerdos Multilaterales Medioambientales (AMUMA), contribuyendo a acelerar la crisis.

Como consecuencia de lo anterior, se da también una descoordinación entre instituciones y sectores, con mandatos duplicados y fragmentados. A pesar de la interdependencia evidente entre lo ambiental, lo comercial, la agricultura, la salud o la paz, no existe una cooperación regular entre los actores dedicados a estos temas. Además, faltan recursos financieros e inversiones para la protección ambiental, limitando la capacidad de afrontar nuevas amenazas. Concretamente la aplicación de algunos AMUMA es bastante deficitaria en los países menos desarrollados por falta de fondos. Como resultado de todo ello y a pesar de todo el esfuerzo invertido, no se ha conseguido en las dos últimas décadas frenar o invertir la tendencia a la degradación del medio ambiente.

 

Propuestas para una sociedad sostenible

La humanidad afronta el dilema de determinar qué tipo de relación quiere establecer con la biosfera y cómo desarrollar la gobernanza que facilite esta relación. Más allá de cómo inventar una gestión multilateral efectiva a escala mundial, el desafío fundamental consiste en construir un modelo de sociedad radicalmente alternativo al actual. Para combatir la crisis medioambiental se necesita algo más que “enverdecer” los patrones económicos existentes de crecimiento ilimitado y continuar ignorando la gravedad del impacto antrópico sobre la naturaleza

He aquí algunas propuestas para ir más allá:

1. “Desactivar” el capitalismo. Se trata de desconectarse de las “mitologías” productivista y consumista, el modo de pensar según el cual más cosas materiales son iguales a más felicidad, que ignora que más producción implica también más degradación. Substituirlas por la mentalidad que prioriza la felicidad en las relaciones humanas, en el saber compartir, en las culturas, en la belleza de la naturaleza.

2. Nuevos valores y principios. La solidaridad, el principio de no causar daño, las responsabilidades comunes pero diferenciadas, el principio de quien contamina paga, la subsidiariedad, el consentimiento libre, previo e informado, la solución pacífica de controversias, el principio cautelar de responsabilidad científica, el interés mundial, las responsabilidades humanas como compensación de los derechos, o la “sociodiversidad” o diversidad cultural, son otros ejemplos de valores y principios para una sociedad poscapitalista.

3. Relocalización y “decrecimiento selectivo”. Se precisa una relocalización no autárquica sino complementaria de la actual mundialización, basada en la economía de proximidad, la agricultura ecológica, la generalización de transportes públicos, el empleo local mediante el cooperativismo, el resurgimiento del pequeño comercio frente a los centros comerciales, y muchas otras medidas. Por otro lado se debe producir mejor con menos, reorientando la economía hacia más calidad y eficiencia en paralelo a un decrecimiento de lo material: menos materias primas, productos manufacturados y energía. Sin embargo este decrecimiento ha de ser selectivo y concierne principalmente a las capas acomodadas de los países ricos, para que los países más pobres puedan incrementar su producción material durante el tiempo que lo necesiten.

4. Regular la producción mediante la sustentabilidad. Generalizar las energías no renovables limpias y de menor impacto. Generalizar la transformación, el reciclaje, la durabilidad, la capacidad de reparación, la ecoeficiencia y la ecología industrial en todos los sectores. Limitar la urbanización desenfrenada y desarrollar planes de reordenamiento urbano. Desarrollar contenidos y valores ambientales como ejes troncales de la educación general.

5. Agricultura a pequeña escala y soberanía alimentaria. Asegurar una alimentación adecuada y regular en el marco de cada comunidad. Dotar a cada territorio de la capacidad de controlar los alimentos que produce y consume, mediante el acercamiento entre consumidores y productores, la agricultura campesina, la prohibición de la especulación financiera internacional sobre los alimentos y la prioridad al uso de la tierra compatible con la protección climática, ambiental y social.

6. Cierre o reconversión de ciertos sectores energéticos e industriales. Se deben cerrar el sector nuclear por su nocividad, ampliamente reconocida. Se debe someter a una moratoria a las nanotecnologías y a la ingeniería genética, siguiendo el principio de precaución. Finalmente, se debe reconvertir el sector armamentístico hacia usos civiles y dotar de energías limpias a la totalidad del sector automovilístico.

7. Delimitación de los “comunes”. Los bienes comunes mundiales son una amplia variedad de recursos, ya sean naturales, producidos o intelectuales, que representan el interés común y que sufren procesos muy graves de destrucción, apropiación y privatización. Frente a ello se debe reconceptualizar la propiedad y dar cabida a la representación de los intereses del conjunto de la humanidad y de la Tierra. Esta alternativa a la propiedad privada como fundamento del capitalismo, debe inscribirse en el derecho internacional y en las constituciones.

8. Reforma institucional de la gobernanza ambiental mundial. Se requiere una reforma institucional profunda que acompañe el proceso de transición. En primer lugar puede crearse la Organización Mundial del Medio Ambiente (OMMA), una institución de la categoría de la OMC, capaz de coordinar la dimensión ambiental de una agenda mundial para el siglo XXI. Formada por un foro multiactores con autoridades públicas, sociedad civil y filiales profesionales entre otros, puede incluir también una Asamblea General con representación universal. Coordinaría su mandato, acción y competencias con un espectro amplio de organismos ambientales y otros relacionados con el comercio y el territorio. Se encargaría de mejorar substancialmente la implementación de los AMUMA y las Convenciones actuales. Una alternativa menos ambiciosa que la creación de la OMMA puede ser la reforma substancial del actual Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). El Consejo de Desarrollo Sustentable (CDS) sería en cambio otra institución de nuevo cuño, de menor dimensión que la OMMA y orientada a vigilar los procesos internacionales de desarrollo hacia un escenario de verdadera sustentabilidad. Otras opciones de reforma son el fortalecimiento del actual Comité de Políticas de Desarrollo (CDP), o la creación de un Defensor del Pueblo internacional y de relatores especiales sobre temas ecológicos, sociales y tecnológicos.

9. Fortalecer la articulación entre escalas del territorio, estableciendo una coordinación y una división del trabajo. Apoyar a los países con pocos recursos financieros y organizativos, con una mayor coordinación con los países donadores y con las instituciones. A nivel nacional se puede elegir un Responsable para la Sustentabilidad con capacidad de asegurar la coordinación entre ministerios y otras autoridades y con el apoyo de una comisión parlamentaria dedicada a este tema.

10. Nuevas regulaciones. Adoptar una nueva Carta sobre el Derecho al desarrollo sustentable que incluya el compromiso oficial de los gobiernos con la obligación de maximizar su acción hacia el cumplimiento de este fin y de los derechos de las generaciones futuras.