En 2008, dentro del marco de sus reflexiones sobre la gobernanza mundial, el Foro para una Nueva Gobernanza Mundial (FNGM) inicia el proyecto “Índice de Gobernanza Mundial-IGM”.
El objetivo era concebir y producir una “herramienta” que debería permitir a los distintos actores de la gobernanza mundial concretizar las temáticas y problemas que se plantean y reflexionar sobre las soluciones a aportar.
En una primera instancia, el procedimiento intelectual que se entabló trató de definir los objetivos de la gobernanza mundial a través del estudio y el examen de los ámbitos en los cuales se ejerce.
Históricamente, esos objetivos se derivan de los grandes principios que figuran en los textos básicos y de referencia que son la “Carta de las Naciones Unidas” y la “Declaración Universal de los Derechos Humanos”. Se inscriben también en la línea de textos más recientes pero igualmente importantes, tales como la “Declaración de la Cumbre de la Tierra (Río, 1992)”, la “Declaración del Milenio (Nueva York, 2000)” y las conclusiones de la “Cumbre mundial para el desarrollo sustentable (Johannesburgo, 2002)”.
Las diferentes nociones, desarrolladas en los textos fundadores y evocadas en las conferencias antes mencionadas, hacen aparecer claramente que el objetivo primordial de la gobernanza mundial es la definición de nuevas relaciones entre los seres humanos, entre las sociedades y entre la humanidad y la biosfera. Partiendo de ese objetivo general, el cuaderno de propuestas intitulado “Refundar la gobernanza mundial para responder a los desafíos del siglo XXI”[ref]Arnaud Blin y Gustavo Marin, Repensar la gobernanza mundial, 2007.[/ref] enuncia los tres principales objetivos que las instituciones internacionales deberían adoptar como línea directriz:
La implementación de las condiciones para un desarrollo sustentable
El primer deber de la gobernanza es preservar el largo plazo. Los desequilibrios profundos generados por el modo actual de desarrollo comprometen la vida de las generaciones futuras. El primer y mayor objetivo común es por lo tanto transformar los modelos actuales de desarrollo para volverlos compatibles a largo plazo con los recursos limitados de la biosfera. El desarrollo material ya no puede condicionar el desarrollo humano. Por el contrario, debe subordinarse a este último. El porvenir de la humanidad pasa por un desarrollo sustentable, único garante del desarrollo integral de los seres humanos (espiritual, intelectual, social, artístico, etc.).
La reducción de las desigualdades
El desarrollo sustentable no puede lograrse reservando los recursos naturales limitados del planeta a una pequeña minoría que tiene los medios económicos para adquirirlos y los medios militares para conservarlos. Así pues, la reducción de las desigualdades no es sólo un deber moral, un acto de compasión, sino también un deber de justicia y una condición para la paz a largo plazo. Encontrar las vías para conciliar la libertad de cada uno y el respeto de la dignidad de todos es el segundo objetivo asignado a la gobernanza mundial.
La instauración de una paz duradera en el respeto de la diversidad
La diversidad ecológica y la diversidad cultural no sólo son realidades irreductibles del mundo actual, sino también constituyen una riqueza fundamental de la humanidad. La paz necesita del reconocimiento de una pertenencia común, la búsqueda de un bien común y la conciencia de la unidad, desde las comunidades de base hasta la familia humana por completo. En cada nivel de gobernanza hay que lograr garantizar al mismo tiempo más unidad y más diversidad. Es la capacidad para no oponer unidad y diversidad sino considerarlas como las dos caras de una misma moneda que constituye, desde la gestión de un barrio o un pueblo hasta la del planeta, el arte de la gobernanza. Tal es el arte que la gobernanza mundial debe practicar a escala planetaria y ayudar a practicar a los otros niveles.
Estos tres objetivos se adecuan muy bien a los grandes principios clásicos de la gobernanza mundial: la paz, la seguridad, la democracia, la libertad y la igualdad. En consecuencia, en continuidad con esos grandes principios, se retuvieron los siguientes campos, cuyo estudio detallado permitió llegar al IGM:
Paz y Seguridad.
Estado de Derecho.
Derechos Humanos y Participación.
Desarrollo Sustentable.
Desarrollo Humano.
Cada uno de estos campos, tomado como indicador, se descompone en varios subindicadores -finalmente se utilizan trece de esos subindicadores- y cada uno de ellos es el resultado de la suma de varios índices (41 en total). Por último, los datos (cerca de 8.500) que sirven de base al cálculo de los índices y permiten llegar al IGM provienen de bases de datos publicadas anualmente por los grandes organismos internacionales y las ONGs especializadas en materia de gobernanza.
El resultado de ese trabajo es un IGM que busca ser lo más completo posible y describe el estado de la gobernanza mundial, no en un plano teórico sino práctico.
Utilidad y uso de ese IGM
Como fotografía y herramienta a la vez, el IGM tiene una doble dimensión. La primera dimensión analítica -trata de reproducir lo más fielmente posible el estado de la situación de la gobernanza mundial- y una dimensión operacional -debe permitir a los actores actuar o reaccionar en pos de una gobernanza mundial más eficaz, más democrática y acorde al medioambiente-.
Este índice fue concebido sobre todo para brindar a los decisores políticos, cualquiera sea su nivel de acción (nacional, regional o internacional), a las empresas y a las ONGs una información fiable, independiente y analizada que les permita:
evaluar el grado de gobernanza de un Estado,
identificar los puntos fuertes y los puntos débiles de esa gobernanza,
seguir las evoluciones a lo largo del tiempo.
El hecho de recurrir a una gran cantidad de variables hace del IGM un índice completo, pragmático, práctico e incitativo.
Completo: los sistemas de indicadores desarrollados actualmente no toman en cuenta más que un solo campo, un solo aspecto de la gobernanza mundial. Por el contrario, la selección y la suma de índices que componen esos indicadores permiten llegar a un IGM que dé una visión global, exhaustiva y precisa.
Pragmático: el IGM, conglomerado de varios índices y variables de diferente naturaleza y diversamente mensurables -algunos se basan en hechos (cantidad de habitantes, por ejemplo) y otros en percepciones (resultados de las encuestas de opinión)-, traduce conceptos abstractos y subjetivos en datos observables y cuantificables.
Práctico: el IGM se presenta en forma de cuadros y diagramas1. Un primer cuadro presenta la clasificación en orden decreciente, un segundo cuadro refleja las clasificaciones regionales2 y un tercer cuadro recapitula, país por país, los resultados para cada uno de los cinco indicadores que constituyen el IGM. Su actualización anual permitirá seguir muy de cerca las evoluciones (mejoras o retrocesos) que se irán verificando con el correr de los años. Los diagramas permiten comparar instantáneamente los resultados de cada uno de los países con los resultados medios constatados a nivel mundial.
Incitativo: el IGM no pretende ser solamente una señal de alerta sino también un medio de acción. Su objetivo es incitar a los actores de la gobernanza a reflexionar y plantearse interrogantes para actuar y reaccionar.
A pesar de contar con una metodología rigurosa, los resultados obtenidos chocan de todos modos con algunos límites inherentes a los indicadores. Como todos los sistemas de indicadores, el IGM informa, alerta y favorece la acción y la conducción. Si bien es particularmente útil para “tomar la temperatura” de la gobernanza mundial, no por ello establece un diagnóstico absoluto, en el sentido médico del término, ni dicta prioridades para la acción.
El proceso se basa en un examen minucioso y a conciencia de datos múltiples y variados y en la combinación de las fuentes, los datos y los métodos. Finalmente, el IGM señala cierto número de problemas y muestra las eventuales pistas, dejando por cuenta de la apreciación de los actores de la gobernanza mundial cuáles son los medios a implementar al respecto.