La conferencia de Seattle (EEUU) se realizó del 30 de noviembre al 3 de diciembre de 1999. Como Tercera Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC, que reunía a 133 Estados miembros), tenía como objetivo abrir un nuevo ciclo de negociaciones multilaterales. El último, el ciclo de Uruguay, había desembocado en los acuerdos de Marrakech en 1994 y había culminado en la creación de la OMC en 1995.
La conferencia de Seattle no sólo se saldó por un fracaso, puesto que no se lanzó allí ningún ciclo, sino que además se vio marcada por manifestaciones masivas y una represión violenta de los manifestantes. Este acontecimiento se conoce con el nombre de “Batalla de Seattle”. Dicha “batalla” es la de dos visiones opuestas de la mundialización: la visión vehiculada por la OMC, portavoz de una liberalización desenfrenada, y la de una mundialización más justa y respetuosa del medioambiente y de lo humano, defendida por los “altermundialistas”. El combate se libró en varios escenarios, tanto dentro de la OMC como en la calle y en los medios de comunicación.
La “batalla” dentro de la OMC
Las problemáticas en juego dentro de la OMC eran importantes. Se referían en particular a la ampliación de los temas de negociaciones a sectores tales como la competencia, el medioambiente y las normas sociales. Además, el grupo de Cairns y los Estados Unidos querían la reducción, o hasta la supresión de la mayoría de los derechos aduaneros y de los subsidios a la agricultura; la adopción de una regla que obligara a todos los Estados miembros a aceptar los productos Organismos Genéticamente Modificados (OGM); el fortalecimiento del derecho de propiedad de las empresas, incluso en sectores como la educación, la medicina, la cultura y el agua; una mayor apertura del mercado público a la competencia extranjera y una reducción de las barreras arancelarias y no arancelarias.
Las divergencias aparecieron rápidamente, dando lugar a las habituales confrontaciones entre Europa y Estados Unidos, especialmente sobre el tema agrícola, y entre países industrializados y países en desarrollo. La conferencia de Seattle representó una primicia en ese aspecto, ya que nunca antes los países en desarrollo habían manifestado tan abiertamente su descontento y su voluntad de hacer oír sus voces y hacer valer sus derechos. En efecto, el desequilibrio entre países desarrollados y en desarrollo era flagrante, tanto en el fondo como en la forma. A modo de ejemplo, la mayoría de las delegaciones de los países en desarrollo estaban compuestas solamente de tres o cuatro representantes poco experimentados en las negociaciones internacionales e incapaces (por cuestiones meramente físicas) de participar en todos los grupos de trabajo. Además, algunos métodos no democráticos fueron señalados, tales como ese cuarto verde donde sólo eran invitados los países desarrollados pero que representaba el centro de decisiones más importante. A esto se agregan causas de fondo: los países en desarrollo, inquietos por las consecuencias de la liberalización de los intercambios, se mostraban reticentes a lanzar un nuevo ciclo sin haber hecho primero un balance de las consecuencias de los Acuerdos de Marrakech, tanto más cuanto que la voluntad de algunos países industrializados de incluir nuevas áreas al campo de la competencia de la OMC era percibida por algunos como un acto de proteccionismo. Además, la Agenda establecida no tomaba en consideración los pedidos de los países en desarrollo. Así pues, denunciando la falta de transparencia, de democracia y su estado de marginación, los países en desarrollo pidieron una moratoria, provocando el fracaso de la Conferencia de Seattle. Su posición se vio fortalecida por las grandes manifestaciones callejeras de la sociedad civil.
La “batalla” en la calle
La “batalla” también se libró en las calles de Seattle. En efecto, es la primera vez que la voz de la sociedad civil se hizo escuchar con tanta fuerza, reclamando más democracia y el fin de la carrera a la desregulación liderada por la OMC.
Es así que en la madrugada del 30 de noviembre de 1999 (conocido como N30), miles de manifestantes se encadenaron unos a otros para rodear el Paramount Theater donde estaba prevista la ceremonia de apertura. Otros grupos bloquearon las bocacalles principales, el centro de conferencias y los hoteles para impedir que los delegados participaran en la ceremonia. En el mismo momento, miles de manifestantes, entre sesenta mil y cien mil según las fuentes, se dirigían hacia el centro. Mientras que la mayoría eran manifestantes pacíficos que usaban técnicas de desobediencia civil no violentas, algunos radicales reunidos en una formación Black Block empezaron a romper vitrinas y a realizar actos de vandalismo contra marcas tales como Mc Donald’s, Starbucks, Nike, etc. Tales fueron las imágenes más famosas y controvertidas que difundieron los medios de comunicación sobre las manifestaciones. En respuesta a ello la represión policial se hizo brutal y masiva. Gas lacrimógeno, gas pimienta y balas de goma fueron utilizados contra todos sin distinción, afectando por igual tanto a los manifestantes pacíficos como a la población. Se declaró el estado de emergencia, la Guardia Nacional fue movilizada y se decretó toque de queda en las zonas de manifestaciones. Las manifestaciones prosiguieron hasta el 3 de diciembre, en parte para pedir la liberación de 630 manifestantes detenidos. Para apoyarlos también se realizaron manifestaciones en el resto del mundo.
Esta movilización de la sociedad civil había sido preparada unos meses antes y reunía a muchas organizaciones locales, nacionales e internacionales. En total eran más de mil: ONGs, sindicatos -en particular el principal sindicato norteamericano AFL-CIO (American Federation of Labor-Congress of Industrial Organizations)-, grupos de estudiantes, grupos religiosos y anarquistas. La coalición así creada era por lo tanto heterogénea, tal como lo eran sus causas. Reunía a anticapitalistas radicales, a otros actores más focalizados sobre algunas políticas específicas de la OMC y de su Órgano de Solución de Diferencias, otros interesados por la defensa de los derechos laborales o por las causas ambientales. Pero todos se unían para reclamar más democracia y menos desregulación.
La “batalla” en los medios
El uso de Internet jugó un papel importante en la movilización y el rol de los medios de comunicación fue central durante los acontecimientos. Algunos medios, en manos de los grandes grupos, difundieron una información e imágenes parciales. Apoyándose en algunas imágenes de vandalismo generadas por algunos extremistas, propusieron un retrato violento de los manifestantes, justificando así una represión policial brutal cuando en realidad el movimiento era mayoritariamente pacífico. En reacción a ello, el “Independent Media Center (Indymedia)” creó varios medios y organizaciones independientes para dar información, fotos y vídeos de último momento a los periodistas, no sesgados por los medios de los grandes grupos. Esto permitió a los altermundialistas ganar la batalla de la comunicación. La Conferencia de Seattle marca el principio de una verdadera cobertura mediática de las causas y movimientos altermundialistas.
En efecto, suele decirse sin razón que la “Batalla de Seattle” representa el nacimiento de los movimientos anti y altermundialistas. En realidad, lo que marca más precisamente es el surgimiento de estos últimos a través de su aparición en los medios. Ya en 1984, al mismo tiempo que se realizaba la Cumbre del G7 en Londres se organizó la primera contra-cumbre, denominada “La Otra Cumbre Económica” (The Other Economic Summit), que reunió a 170 personas. Además, desde comienzos de los años 1980 se venían alzando voces en contra de los programas de ajuste estructural del BID (Banco Interamericano de Desarrollo) y del FMI (Fondo Monetario Internacional). Se admite por lo general que los movimientos anti y altermundialistas emergieron realmente a la escena mundial a fines de los ’80 y principios de los ‘90. Sus principales causas de denuncia eran la unificación económica en curso en Europa occidental y los tratados de libre comercio como el TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte o NAFTA, por sus siglas en inglés) o la ronda del GATT en Uruguay. En el mismo período nacieron muchos movimientos en los países del Sur, tales como Vía Campesina en 1993 por ejemplo. Con la expansión de la mundialización y de la liberalización, esos movimientos fueron ganando cada vez mayor amplitud en el mundo, unificando causas y personas de horizontes variados, tal como sucedió en Seattle.
La “batalla” prosiguió más allá de Seattle y tuvo varias consecuencias. Su mediatización llevó a una mayor difusión de las causas y movimientos altermundialistas y al surgimiento de una verdadera opinión pública mundial. También inspiró muchas otras manifestaciones del mismo tipo, como las de Washington o Génova, que emplearon repertorios de acciones similares aunque también caracterizados por una confrontación violenta entre las fuerzas del orden y los manifestantes. Desde ese entonces, las cumbres internacionales de ese tipo tienden a ser organizadas en lugares alejados como Davos, por ejemplo.