G8 y G20

El G8 es el foro de los gobiernos de los países que durante las últimas décadas del siglo XX fueron las economías más poderosas del planeta, y que actualmente, en 2012, comparten esta condición con algunas economías emergentes. El grupo inicial, creado en 1973 frente a la crísis del petróleo, era denominado G5 y estaba formado por Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido y Francia. En los años posteriores Italia y Canadá fueron añadidos al grupo, que fue rebautizado G7, y en 1997 fue Rusia la que se incorporó, por motivos más políticos que económicos, relacionados con la reintegración de la superpotencia en la esfera capitalista. La Unión Europea también detenta un asiento en el grupo. El G8 se formó por cooptación y sus miembros se reúnen anualmente en alguno de los países del grupo, de forma rotatoria. El objetivo formal de estos encuentros es el análisis de la situación política y económica global y la búsqueda de consenso en la toma de decisiones relativa al estado del mundo, pero la orientación no corresponde a la defensa de un interés común mundial sino a la de un marco de estabilidad que favorezca los intereses de los países miembros y de sus aliados geopolíticos, situados en Europa, Norteamérica y Oriente.

Un nuevo contexto de recesión mundial, la crisis económica y financiera iniciada en 2008, puso sobre la mesa la necesidad de contar con el apoyo financiero de nuevas potencias económicas emergentes para salir de la depresión y para ello el G20, un foro paralelo de 19 países más la Unión Europea, activo desde 1999 como respuesta a las crisis económicas en Asia y Latinoamérica en los años 1990, se transformó en foro de encuentro a nivel de Presidentes de Estado y con ello ha suplantado desde ese año al G8 en el papel de principal espacio de encuentro de las naciones más ricas del mundo. Forman parte del G20 los propios miembros del G8 y la UE junto con varias economías emergentes y potencias regionales: México, Brasil, Argentina, Sudáfrica, Arabia Saudita, Turquía, India, China, Corea del Sur, Indonesia y Australia. Entre ellas, en 2010, China, India y Brasil se situaban ya en 2010 entre las diez economías más importantes del planeta. La ampliación del número de países y de continentes representados implica también un aumento de conflictos de intereses en el seno del nuevo grupo. Por un lado, el G8 y sus aliados, que intentan convertir el G20, en una caja de resonancia de sus políticas de complicidad con las grandes finanzas y de austeridad que llevan al suicidio de los sistemas de bienestar de muchos países, y que la historia se encargará de ubicar en el lado preciso de la línea que separa quienes apagaban las llamas de la crisis de quienes las avivaban. Ante este bloque de países que hasta ahora manejan el G20 en beneficio propio, se alzan las potencias emergentes capiteaneadas por los BRICS (ver *BRICS) que se preguntan por qué continuar invirtiendo en economías que dejaron de crecer y que no se cuestionan su modo de vida insostenible, a la vez que no retiran su apoyo a causa de la enorme interdepenencia que hace que si unos pierden todos pierden. Pero por otro lado muchos de estos países guardan en su memoria las crisis de los años 1990 y prefieren acumular reservas fuera del mercado financiero y no seguir políticas de austeridad. Estas diferencias con los países Occidentales dificultan el éxito, por falta de directivas consensuadas, de cualquier política o mecanismo de ingerencia o de evaluación mútua en el seno del grupo, como el “Proceso de Evaluación Mutua” (Mutual Assessment Process, MAP)

Se ha acusado al G20 de ser un directorio autoproclamado cuyos países miembros han sido escogidos al azar. No refleja la realidad ciudadana de los 173 países ausentes y sus más de dos mil millones de personas, un tercio de la población planetaria, desatendiendo con ello especialmente las necesidades de los más vulnerables. A nivel de regiones, África está escasamente representada. Además, si bien no menos importante, es un grupo de intereses de Estados, mientras que los diferentes actores de la ciudadanía y la sociedad civil no tienen voz ni voto. El G20 también carece de un tratado fundador que informe sobre las competencias y objetivos del organismo, ni de un secretariado, ni tampoco de un criterio para la inclusión y la exclusión de determinados países. El estatus así como el mandato y la agenda del grupo han sido elaborados ad hoc por decisión propia y no responden a la defensa de un interés común mundial a pesar de la universalidad del ámbito de influencia del G20. Finalmente, el organismo defiende el economicismo clásico y su doctrina desarrollista que asocia ciegamente la productividad al bienestar ignorando los costes sociales y medioambientales evidentes, y enormemente agravados con la crisis de 2008.

 

El G8 y el G20, motores de la gobernanza neoliberal

El G8 y el G20 son foros informales sin secretariado o sede permanentes, ni reconocimiento explícito en el derecho internacional. Se trata de encuentros a puerta cerrada entre las capas superiores de las burocracias de los países más poderosos. Su estructura sitúa estos foros fuera de cualquier control democrático, mientras que los actores implicados y la temática tratada, en torno a la economía mundial y a la seguridad internacional, hace de ellos uno de los motores fundamentales, sino el motor fundamental, de la agenda neoliberal, núcleo del sistema o arquitectura de la actual gobernanza mundial. Se ha considerado que en el marco del G8 se han tomado las decisiones que luego han aplicado las Instituciones Financieras Internacionales y que, en consecuencia sus resoluciones han afectado directa o indirectamente a miles de millones de personas. Por ello la reforma del G8 y el G20 ha sido uno de los objetivos en el punto de mira de las demandas y protestas de la sociedad civil y de los movimientos sociales en las últimas dos décadas.

La presidencia del grupo es rotatoria anualmente entre sus miembros. El país que asume la presidencia se hace responsable de albergar y organizar diferentes reuniones a nivel ministerial que conducen a mediados de cada año a una reunión de los Jefes de Gobierno. El G20 ha corregido parcialmente la falta de legitimidad de un G8 reducido a un club de países occidentales aliados de Estados Unidos, regidos por democracias liberales. En 2011 el G8 representa solamente el 51% del producto bruto mundial y 8 de las 13 mayores economías exportadoras, mientras que el G20 se compone del 85% del comercio mundial, dos tercios de la población del planeta y 90% de la producción bruta mundial. En los encuentros del G20 se suelen invitar a algunos otros países e instituciones a iniciativa del país anfitrión. El FMI y el Banco Mundial son invitados permanentes. Otras instituciones invitadas en el encuentro de Los Cabos (México) en 2012 fueron el Consejo de Estabilidad Financiera (Financial Stability Board, FSB), la ONU, la OIT, la OCDE, la OMC y la FAO.

En cuanto a su agenda y su actuación, después de la crisis financiera de 2008, el G20 se propuso garantizar la estabilidad económica y financiera mundial, pero no hizo nada para proteger a las poblaciones de esta crisis, y el número de personas y de países vulnerables ha aumentado. Mientras, las finanzas continúan dominando las diferentes dimensiones de la sociedad y los diferentes aspectos de la vida de las personas desde la educación al trabajo pasando por la vivienda, la alimentación o el medio ambiente. La manera en que se elaboran las agendas es un misterio. El G20 se organiza actualmente en diez grupos de trabajo. Pero las negociaciones sobre los temas y la composición de estos grupos se han desarrollado de manera opaca, mientras que poco a poco se están constituyendo lobbies corporativos en torno al grupo. El trato de los propios procesos de transparencia se lleva a cabo por un grupo de personas provenientes del sector de la banca sin que se pueda demostrar que se han realizado con suficiente independencia. El diálogo de la organización con la sociedad civil es bastante limitado e insatisfactorio. A pesar de todo, en paralelo a las reuniones de jefes de gobierno, en los años 2011 y 2012 se han organizado encuentros temáticos sobre negocios, empleo, desarrollo y agricultura, que han reunido a los ministros respectivos de cada ramo.

 

Propuestas para una refundación del G20

Las medidas declaradas por el G20 contra la crisis como estimular el consumo, recapitalizar los bancos o restructurar los mercados financieros ni han sido tomadas suficientemente en serio por el grupo, ni aunque fueran llevadas a cabo en su totalidad garantizarían un saneamiento de un orden económico mundial secuestrado por las finanzas. Otra medida oficial propuesta, la reconstrucción de las Instituciones Financieras internacionales, ha ido fracasando y posponiéndose en las agendas de las reuniones del grupo. Los gobiernos no han tomado las medidas prometidas para, entre otros, prohibir los paraísos fiscales o crear un impuesto mundial sobre las transacciones financieras. Por otro lado, la decisión de apoyar masivamente a los bancos para evitar la bancarrota y no exigir responsabilidades a cambio, junto con el refuerzo de las políticas neoliberales basadas en recortes sociales, reducción de la capacidad de compra, precarización del trabajo y privatizaciones, agravan las desigualdades, conducen a la catástrofe social, política y ecológica y reflejan la total desorientación y sumisión de la clase política al dictado neoliberal.

Frente a esta situación, una agenda de transformación radical es necesaria. En primer lugar se debe cuestionar la propia existencia del G8 y G20 y plantear, ante la evidente duplicidad, la alternativa de suprimir o integrar la primera en la segunda, y transformar progresivamente la representatividad, la agenda y el papel del G20 en la gobernanza mundial. En primer lugar se precisa una regionalización de los miembros, es decir la substitución de los puestos de los países por puestos para las instituciones regionales como la Unión Africana, la ASEAN, la UE, la Unasur y otros. Esta metamorfosis de G20 a R10 (o R9, R8…) permitiría la inclusión de la voz de los países pequeños especialmente los más pobres. Sería necesario además la participación en pie de igualdad de actores no estatales de la sociedad civil, de los diferentes sectores socioprofesionales y de las instituciones del Sistema de Naciones Unidas (SNU) todavía ausentes. En tercer lugar este R10 debería reforzar su colaboración con otras instituciones y especialmente con el ECOSOC, incluso fusionándose para formar un Consejo Económico y Social Mundial. El mandato de las Instituciones Financieras internacionales y de la OMC se subordinaría al de esta nueva institución.

En lo que respecta a sus competencias y a su orientación, el R10 se responsabilizaría de la coordinación interinstitucional de la economía internacional para el desarrollo. Su objetivo declarado sería el desarrollo del bienestar como manifestación del interés común de la humanidad. Concretamente trabajaría orientando, apoyando, regulando, intermediando y monitoreando otras instituciones del SNU, las instituciones regionales y los Estados. También prenegociaría ciertos acuerdos internacionales que más adelante se discutirían en la Asamblea General u otras instituciones. Para evitar duplicidades el R10 debería ceder toda su competencia sobre la seguridad a un nuevo Consejo de Seguridad de la ONU también regionalizado y refundado bajo condiciones similares.

Algunos medidas iniciales de choque para desfinanciar los mercados y avanzar hacia una nueva economía podrían ser extraer las inversiones institucionales de los mercados especulativos, reconducir las finanzas hacia el predominio de un grado moderado de beneficio, prohibir los productos financieros más complejos y arriesgados, alentar a los países a construir fondos contracíclicos propios, generalizar un impuesto mundial sobre transacciones financieras, desarrollar un “plan Marshall mundial” y un sistema de protección social universal, establecer los Derechos Especiales de Giro (DEG) como patrón monetario y en fin, introducir las necesidades humanas como principio regulador de las negociaciones sobre librecambio y proteccionismo, hoy en día basadas únicamente en relaciones de fuerza.