La India es mucho más que una potencia emergente, y está destinada a jugar un papel fundamental en la historia de la humanidad en el siglo XXI. Uno de cada seis habitantes del planeta vive en este país de más de 1200 millones de personas, segundo más poblado después de China. La mayor democracia del mundo se asienta sobre una civilización multimilenaria, cuya complejidad, resultado de la aventura más larga de la interculturalidad humana, es por un lado el fruto del cruce de lenguas, religiones, valores, climas, paisajes y tradiciones diversas, y por otro un marco en el que han fructificado valores filosóficos y prácticas sociales de vocación universal que, como la no violencia (ahiṃsā), la satyāgraha gandhiana o el protagonismo crucial en el movimiento de países no alineados, entre otros, ha inspirado revoluciones y transformaciones sociales alrededor del mundo desde la segunda mitad del siglo XX y probablemente contribuirá a inspirar una nueva gobernanza mundial más justa y solidaria el día en que el mundo esté preparado para generar este nuevo sistema.
Una historia compleja de ambición moral y segregación social
Miles de años antes de que empezáramos a usar conceptos como mercados comunes, bloques regionales o mundialización, la sociedad del subcontinente indio ya había alcanzado un grado de integración suficientemente alto como para precisar la invención de formas de organización social y cultural capaces de poner orden a aquella profusión de interdependencias. Fue así como, más allá del enriquecimiento común que proporcionaba esta diversidad, las relaciones de poder, más rígidas aunque no menos agudas que en otras latitudes, se manifestaron en la India no sólo mediante la compleja coexistencia de lenguas y religiones, sino también por el desarrollo de clanes gremiales y tribales (जाति, jāti) más tarde reagrupados jerárquicamente en castas (वर्ण, varṇa) con privilegios diferenciados. En el escalón más bajo, los Dalit o intocables fueron expulsados del sistema de derechos a pesar de que seguían siendo necesarios para la economía al desempeñar las profesiones más sencillas. Muchos estudiosos indios afirman que si los textos védicos describen la posibilidad de organizar la sociedad en castas y subcastas, ni la prescriben, ni tampoco establecen la jerarquía ni los preceptos de separación entre ellas (prohibición de bodas mixtas, de comidas compartidas, de reconversión, intocabilidad, etc.) que son fruto de posteriores interpreteaciones erróneas de los textos originales. Más tarde, con la independencia en 1947, comenzó la lucha desde el gobierno para erradicar la lacra del castismo en la sociedad, especialmente mediante una potente política de discriminación positiva.
En el otro extremo, la civilización india ha producido una visión común del mundo que nunca se manifestó a través de proyectos políticos como el de los imperialismos y colonialismos occidentales, sino a través de valores filosóficos y espirituales, llevados y debatidos durante siglos a lo largo y ancho de la India por miles de pensadores y de líderes religiosos, y que han alimentado durante milenios este mercado común de las ideas y de los modos de vida. He aquí algunos conceptos fundamentales:
Ātman y Brahman. Cada alma individual (ātman) forma parte del alma universal (Brahman) y por ello cada persona, seguidora o no de alguna de las diferentes religiones indias que comparten esta creencia, contiene en su esencia la fuente de la divinidad. De ahí se deriva el fundamento moral de la igualdad global entre las personas, que a su vez deslegitima el castismo.
Dhárma (धर्म). Principio moral regulador del universo, generador de armonía, derecho y orden que emana de la divinidad y que contiene el conjunto de obligaciones necesarias para establecer la justicia social. Estas obligaciones pueden diferir según el lugar en que se practica.
Vasudhaiva Kutumbakam (वसुधैव कुटु बकम). Expresión extraida de los Upanishads que contempla el mundo como una sola familia y que considera la no discriminación entre conocidos y extraños como un rasgo ejemplar de una conducta magnánima. El concepto implica no solamente un deseo de paz y armonía universal sino también la necesidad de establecer reglas globales justas, tal como existen entre las familias.
Swaraj. El concepto usado por Gandhi para definir el autogobierno que, más allá de la independencia política, implicaba una gobernanza horizontal de base comunitaria y participativa. Un modelo que la India independiente nunca aplicó.
La India contemporánea: lucha por la libertad y persistencia de las desigualdades.
La lucha para sacudir el yugo del dominio colonial inglés fue larga y costosa, pero sin duda el primer paso para las posteriores independencias en Asia, África y Oceanía, que cambiaron la faz del mundo. En 1921 Gandhi asumió el liderato del Congreso Nacional Indio e inició un conjunto de campañas por los derechos de las mujeres, el alivio de la pobreza, la amistad entre religiones o contra el castismo. En 1930 dirigió la marcha de la sal y en 1942 la campaña Quit India, durante la Segunda Guerra Mundial, que culminó con la independencia cinco años después. La no cooperación, la acción directa no violenta, la desobediencia pasiva, la satyāgraha o “poder de la verdad”, la autosuficiencia económica (sarvodaya y, anteriormente a Gandhi, el movimiento swadeshi) o la swaraj, fueron filosofías y prácticas que más tarde revolucionaron las revoluciones y los movimientos de resistencia del mundo entero. Pero como muchas otras grandes figuras de la humanidad, el apóstol de la no violencia se adelantó a su tiempo, y fue incapaz de erradicar el odio étnico y religioso que llevaría a la sangrienta partición de India y Pakistan y que acabaría con su propia vida. Así, más de 70 años después de la odisea gandhiana, la humanidad todavía no ha asimilado el mensaje de amor universal de quien fuera probablemente la figura más influyente del siglo XX, y los mejores frutos de lo que sembró quizás todavía están por recogerse.
La India independiente posterior a Gandhi no logró desarrollar el modelo político y económico que preconizaba el líder no violento pero consiguió constituir una democracia parlamentaria y parcialmente federal, desarrollar libertades cívicas, un poder judicial robusto y una importante libertad de prensa. A pesar de ello, los sucesivos gobiernos han sido incapaces de proporcionar servicios públicos a las capas más pobres de la sociedad ni de resolver los graves problemas de analfabetismo, malnutrición, corrupción, sanidad deficiente y aceleración de la degradación medioambiental, en un país que a pesar del auge económico de la última década, cuenta todavía con una mayoría de clase baja (70 por ciento de la población viviendo con menos de dos dólares al día en 2009). Las reformas económicas de los años 90 han conducido al desarrollo de una importante clase media, a categorizar el país como potencia emergente y a incrementar su peso geopolítico, pero en lugar de beneficiar a la población en su conjunto, estas mejoras no han hecho más que profundizar las desigualdades e indirectamente han contribuido a mantener activos varios focos de tensión y a abrir otros nuevos: la guerrilla comunista (naxalitas), que nació como una respuesta política a la pobreza y que en la actualidad sigue activa en amplias zonas rurales del sur y este del país; los enfrentamientos religiosos entre hindúes y musulmanes, (a su vez conectados con el terrorismo islamista internacional y con los diferentes conflictos indo-pakistaníes durante más de 50 años); o el grave problema de la corrupción política, que ha conducido en 2011 y 2012 al desarrollo de un extenso y poderoso movimiento ciudadano que exige la aplicación de una vigorosa legislación anticorrupción.
¿Qué nuevo papel en la escena global?
De la misma forma que en el desarrollo interno indio se han ido cosechando éxitos y fracasos a lo largo de los años, en la contradictoria acción exterior se han ido sucediendo políticas que respondían a diferentes visiones, especialmente una de dominio regional y rivalidad u hostilidad con otras potencias asíaticas, y otra de liderazgo internacionalista y humanista junto a otros países del Sur. Al fracaso de la partición le siguieron las diferentes guerras con Pakistán en 1947, 1965, 1971 y 1999, así como la carrera nuclear entre los dos países, que condujo a un riesgo gravísimo de enfrentamiento atómico en el último de estos conflictos. Por otro lado India y China entraron en guerra en 1962 por causa de una disputa fronteriza en el Himalaya, mientras en el período de Guerra Fría el país se acercó estratégicamente a la Unión Soviética para contrarrestar a Estados Unidos y sus aliados así como a la poderosa vecina China. Por otro lado el movimiento de los No Alineados, promovido por Nehru en los años 1950, se inspiró de la lucha no violenta por la independencia de la India, y sus principios influenciaron la política internacional de este país durante las décadas siguientes. Al finalizar la Guerra Fría la India mejoró e intensificó sus relaciones con los países occidentales y con China, y en la actualidad ambiciona, con el apoyo de algunos de estos países, un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
La creación de la Asociación Sudasiática para la Cooperación Regional (SAARC) en 1985 y del Acuerdo de Libre Comercio Sudasiático (SAFTA) en 2004 abrieron el camino a una integración regional imprescindible en la era de la mundialización. Pero el proceso se encuentra apenas en su inicio y los mayores obstáculos vienen de la todavía gran desconfianza entre actores indios y pakistaníes; de la enorme diferencia de peso entre los países miembros junto con una inercia histórica india de tratar sus vecinos menores (todos ellos suman el 20% de la población y del PNB del grupo, mientras la India constituye el 80% restante) con una mezcla de desinterés y de arrogancia; y del hecho de constituir la región con el mayor número de pobres del mundo, 500 millones, y de un nivel de comercio interregional inferior al 2%, comparado con un 40% en Asia Oriental.
La India que el mundo espera, tal vez debería reorientar su política internacional hacia una regeneración del movimiento de los No Alineados desde una perspectiva de mayor interdependencia y cooperación política y tecnológica entre ellos. Su presencia fortalecida en la escena internacional, junto con la de otras potencias regionales (México, Turquía, Indonesia, Pakistán) debe abrir paso a una nueva era en las relaciones entre Estados en las que los principales protagonistas son países colonizados y no colonizadores, que encaran un futuro de cooperación que deje atrás una historia universal de explotación o de enfrentamiento de todos contra todos. Por ejemplo, las enormes inversiones de India en África deben fomentar el desarrollo de las capacidades económicas y tecnológicas de sus socios africanos en lugar de orientarse fundamentalmente a una economía extractiva de recursos. En Asia del Sur la India y sus socios deben fomentar el comercio regional, abrir las puertas de gestión de la SAARC y la SAFTA a las administraciones subestatales, crear fondos de redistribución entre éstas de manera que el crecimiento beneficie también a Pakistán, a Bangladesh y a las regiones más pobres de la India y de los otros países, y mitigar así el fuerte resentimiento todavía existente que puede ser fuente de futuros conflictos, y diseñar estructuras políticas compartidas para una verdadera comunidad regional. En Asia, el escenario posible de un mercado común con China y Rusia no debe hacer renunciar a la promoción de una política proactiva en favor de la democracia y los derechos civiles y políticos. A nivel mundial se debe continuar incentivando y fortaleciendo las alianzas intercontinentales (BRIC, BRICS, IBSA), osar abrir las negociaciones para un desarme nuclear asiático y americano, y desarrollar el artículo 51 de la Constitución India y especialmente dar sentido literal a su punto C sobre el respeto del Estado al derecho internacional, mediante la cesión de soberanía voluntaria a unas instituciones internacionales al tiempo que comprometerse a jugar un rol activo en su democratización y en la gestación de una nueva gobernanza mundial responsable y solidaria, inspirándose de una filosofía milenaria de amor universal y una historia ejemplar de lucha por la emancipación humana.