KOFI ANNAN

La elección de Kofi Annan como séptimo Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas fue altamente simbólica. En efecto, fue el primer Secretario General surgido de las filas de esa organización. Su primer mandato de cinco años se inició el 1° de enero de 1997. En junio de 2001, por recomendación del Consejo de Seguridad, es reelegido, por aclamación de los representantes de los países miembros en la Asamblea General, para un segundo mandato que culmina el 31 de diciembre de 2006.

Un perfecto conocimiento del sistema onusiano

Nacido en Ghana en 1938, Kofi Annan comienza su carrera en las Naciones Unidas en 1962. Era en ese entonces funcionario de administración y del presupuesto en la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Ginebra. Ocupa luego diferentes funciones, cada vez más importantes, en la jerarquía onusiana, lo que le permite adquirir un perfecto y profundo conocimiento de los engranajes, los secretos y los mecanismos de esa organización.

Trabaja sucesivamente en la Comisión Económica de las Naciones Unidas para África, en Addis-Abeba (Etiopía), en la Fuerza de Urgencia de las Naciones Unidas II (FUNU II), en Ismailía (Egipto), en el Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los Refugiados en Ginebra (Suiza), luego en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, como subsecretario general de recursos humanos y Coordinador de las Naciones Unidas para temas de seguridad (1987-1990).

En 1990, tras la invasión de Irak a Kuwait, se le confía a Kofi Annan la organización de la repatriación de Irak de muchos funcionarios internacionales y de ciudadanos de países occidentales. Luego lo nombran como jefe del primer equipo de las Naciones Unidas encargado de negociar con Irak sobre la cuestión de la venta del petróleo para financiar la ayuda humanitaria que, en el recuerdo, quedó con el nombre de “Programa petróleo por alimentos”.

A partir de 1990 trabaja como Subsecretario General de Planificación y Programas, Presupuesto y Finanzas y Contralor hasta 1992. Antes de acceder al puesto de Secretario General, ocupa las funciones de Secretario General Adjunto de Operaciones de Mantenimiento de la Paz (OMP). En esa época, las Naciones Unidas conocen un crecimiento excepcional de los efectivos y una importante extensión geográfica de las operaciones de mantenimiento de la paz. En su punto máximo éstas presentan, en 1995, un efectivo total de cerca de 70.000 militares y civiles proporcionados por un conjunto de 77 países. Entre noviembre de 1995 y marzo de 1996, tras el Acuerdo de Paz de Dayton que pone término a la guerra en Bosnia Herzegovina, Kofi Annan es nombrado Representante Especial del Secretario General para la ex-Yugoslavia. Desde esa función, supervisa la transición entre la Fuerza de Protección de las Naciones Unidas (FORPRONU) y la Fuerza Multinacional de Aplicación del Acuerdo de Paz (IFOR) dirigida por la Organización del Atlántico Norte (OTAN).

El Secretario General que quería cambiar el mundo

Nacido en las filas de la ONU y habiendo ocupado todo tipo de altas funciones y puestos importantes, a lo largo de su carrera Annan adquirió un perfecto y profundo conocimiento de los engranajes, secretos y mecanismos de esta organización. Consciente de sus fuerzas y debilidades, de sus logros y fracasos, al ser elegido Secretario General, Kofi Annan sólo tiene un único objetivo, ambicioso por cierto, pero que nunca dejará de perseguir: el de reformar.

La elección de la fecha de publicación de su plan (14 de julio de 1997) que para algunos lo hace aparecer como un “revolucionario” quizás no sea pura coincidencia. Dicha elección parece tener un mensaje subliminal. Al igual que los revolucionarios franceses en lucha contra un orden establecido, superado y envejecido, Kofi Annan se propone la misión de revitalizar una institución agotada por 40 años de Guerra Fría y marginalizada por el unilateralismo norteamericano. También quiere fortalecer las acciones de desarrollo y de mantenimiento de la paz. Pero lo que desea, por sobre todas las cosas, es cambiar el mundo, reducir la pobreza, restablecer la dignidad humana, defender los derechos humanos y propagar el respeto de la legalidad y de los valores universales de igualdad.

Objetivamente, un programa tan gigantesco no podía ser implementado por un solo hombre. Sin embargo Kofi Annan puede atribuirse algunos méritos. En abril de 1998, su “informe sobre las causas de los conflictos y la promoción de la paz y de un desarrollo sostenibles en África” se encuentra entre las más importantes iniciativas por mantener el compromiso de la comunidad internacional a favor de África. También envía una misión para la transición hacia un poder civil en Nigeria, logra llegar a un acuerdo para salir del impasse entre la Jamahiriya árabe libia y el Consejo de Seguridad en relación al atentado de Lockerbie, organiza una acción diplomática para alentar una reacción internacional frente a la violencia en Timor Oriental y no deja de obrar constantemente instando a israelíes y palestinos a resolver sus conflictos sobre la base de las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad y del principio “la tierra por la paz”.

Su informe anual de 2000, intitulado “Nosotros los pueblos: el papel de las Naciones Unidas en el siglo XXI”, abre el camino a la famosa “Declaración del Milenio”, en la que se fijan varios objetivos para reducir concretamente la pobreza en el mundo. Invita a los Estados Miembros a comprometerse a favor de un plan de acción para la eliminación de la pobreza y la desigualdad, el mejoramiento de la educación, la reducción del VIH/SIDA, la preservación del medioambiente y la protección de los pueblos contra los conflictos armados y la violencia.

También trata de mejorar la condición femenina en el Secretariado y de tener alianzas más cercanas con la sociedad civil, el sector privado y otros sectores no estatales, cuyas ventajas propias complementan las de las Naciones Unidas. Lanza “el pacto mundial” en dirección a los directivos de las grandes empresas internacionales y de las organizaciones del mundo del trabajo y de la sociedad civil. La idea es lograr que los pueblos del mundo reciban una parte justa de las ventajas de la mundialización y garantizarse que el mercado mundial respete los valores y las prácticas que son de una importancia fundamental para la satisfacción de sus necesidades socioeconómicas.

En abril de 2001, Kofi Annan publica un “llamado a la acción” en cinco puntos, para terminar con la epidemia de infección por VIH. Ese llamado constituye, según explica, una prioridad personal. Propone la creación de un fondo mundial Sida y Salud, por el que pasaría una parte de los recursos necesarios para ayudar a los países en desarrollo a superar la crisis.

De la consagración…

El 10 de diciembre de 2001 recibe el Premio Nobel de la Paz. En la entrega del premio, el Comité Nobel destaca que Kofi Annan jugó un papel determinante en cuanto a dar a la ONU una nueva vida. Otorgando el premio también a dicha organización, el Comité Nobel declaró que, mediante esa elección, proclamaba y afirmaba que el único camino practicable hacia la paz y la cooperación mundiales pasa por la ONU.

… a la desilusión y las decepciones

Pero los atentados del 11 de septiembre de 2001 ya cambiaron la situación y las cartas se repartieron de otro modo. De allí en adelante la ONU se debilita, es marginalizada, queda paralizada. Su voz no tiene peso y de a poco va perdiendo influencia sobre los asuntos mundiales. Los Estados Unidos dirigen su política sin preocuparse en lo más mínimo por la organización. El presidente de EEUU George W. Bush se lanza a una guerra en Irak y se opone a cualquier reforma de las instituciones. Kofi Annan, decepcionado, deja su puesto en 2006, salpicado por un escándalo que involucra a su hijo en un caso de corrupción ligado al programa “Petróleo por alimentos”.

El 23 de febrero de 2012, Kofi Annan es nombrado Enviado Especial ONU-Liga de los Estados Árabes para la crisis siria. Pero seis meses más tarde constata con amargura su impotencia y renuncia a la renovación de su mandato. Apoyado sin mucho entusiasmo, cuando no abiertamente combatido por los países occidentales, que no apreciaban para nada algunas de sus ideas (en particular la de incluir a Irán dentro de un grupo de contactos para resolución del conflicto), criticado por algunos de sus colaboradores por sus viajes a Damasco y Teherán, nuevamente es un hombre decepcionado, desengañado y deprimido que se retira del juego diplomático internacional.